Al preguntar acerca del aporte de Violeta Parra a la música chilena sólo hay una opción de respuesta: inconmensurable. Es que esta artista chilena es clave en la historia de nuestra música folklórica, reconocida y homenajeada en todo el mundo. Violeta fue una artista en todo el sentido de la palabra: fue cantautora, pintora, recopiladora, escultora, bordadora y ceramista. Hoy nos toca recordarla aquí en Biografías Pop.
Violeta del Carmen Parra Sandoval nació en San Carlos, cerca de Chillán, octava región de Chile, el 4 de octubre de 1917. Su padre era profesor de música y su madre una campesina guitarrera y cantora. Junto a sus herman@s formó el clan de la familia Parra, que no es más que un grupo de hermanos donde todos resultaron ser artistas, como Roberto Parra, Lalo Parra o el gran Nicanor Parra.
Su padre era muy talentoso, pero estaba borracho la mayor parte del tiempo, por lo que el verdadero pilar de la familia pasó a ser su madre. Su infancia fue muy humilde y llena de enfermedades, como la viruela, que le dejaría marcas en su cara para siempre.
Violeta empezó a tocar la guitarra a los 9 años, mientras que a los 12 compuso sus primeras canciones. Realizó los cursos primarios y estuvo un año en la escuela normal, pero abandonó los estudios y tuvo que trabajar en el campo para ayudar a su familia, ya que su padre enfermó gravemente. Los hijos de la familia lucharon por sobrevivir saliendo a cantar en restaurantes, posadas, circos, trenes, campos, pueblos, calles e incluso en burdeles.
Los problemas económicos se agravaron en gran parte, cuando su padre falleció en 1931. Violeta se fue a vivir a Santiago a los 15 años, invitada por su hermano Nicanor, que estaba estudiando allí. Retomó los estudios, pero los abandonó ya que lo suyo era crear y no aprender lecciones. Se presentó en bares, quintas de recreo y pequeñas salas de barrio junto con su hermana Hilda, en un dúo de música folclórica llamado Las Hermanas Parra. Hicieron de este trabajo una fuente de ingresos.
En 1938 se casó con el empleado ferroviario Luis Cereceda, con quien tuvo dos hijos, que también se convirtieron en importantes músicos: Ángel e Isabel (ambos usaron el apellido materno en el ambiente artístico). El matrimonio vivió en Valparaíso, pero no tardó en presentar inconvenientes, dado el carácter inquieto de Violeta, quien cantaba en botes del puerto, se presentaba en radios y se había unido a un grupo de teatro. Finalmente se separan en 1948, a pesar de estar embarazada de quien sería su hija Carmen Luisa Cereceda Parra.
En 1949 se casa con Luis Arce y en 1952 nace su hija Rosita Clara. En la misma época, editó sus primeros discos junto con su hermana Hilda. El dúo funcionó de manera constante hasta 1953.
A partir de 1952, Violeta, impulsada por su hermano Nicanor Parra, empieza a recorrer zonas rurales grabando y recopilando música folklórica. Esta investigación la hace descubrir la poesía y el canto popular de los más variados rincones de Chile. Elabora así una síntesis cultural chilena y hace emerger una tradición de inmensa riqueza hasta ese momento escondida. Esta labor de recopilación está plasmada en más de tres mil canciones, reunidas en un libro (Cantos Folclóricos Chilenos) y sus primeros discos en solitario, editados por EMI Odeón.
En 1954 mantuvo en la Radio Chilena el programa Canta Violeta Parra, y ganó el Premio Caupolicán a la folclorista del año, que le permitió viajar a Polonia, donde además recorre la Unión Soviética, tiene contactos con artistas e intelectuales europeos y Europa permaneciendo dos años en Francia. Graba aquí sus primeros LP con canciones originales, como los exitosos "Casamiento de Negros" y "Qué Pena Siente el Alma".
Sin embargo, estando en París llegaron las malas noticias de la muerte de su hija Rosita Clara. En 1958 regresó a Chile, y posiblemente para sobreponerse a la tragedia, su actividad artística se multiplicó, lanzando un disco tras otro e incluyendo una crítica social que incluso la llevó a la censura en algunos lugares. Temas como Arriba quemando el sol y Por qué los pobres no tienen pertenecen a esta etapa.
Ese mismo año comienza a trabajar con la cerámica y comienza a bordar arpilleras. Viaja al norte invitada por la universidad donde organiza recitales, cursos de folklore, escribe y pinta.
En 1961 Violeta inicia una gira acompañada de sus hijos invitada al Festival de la Juventudes en Finlandia. Viajan por la URSS, Alemania, Italia y Francia donde permanecen en Paris por tres años. Actúan en locales y en programas para radio y televisión. Sus textos más combativos surgieron en esta época, como Miren Cómo Sonríen y Arauco Tiene una Pena.
En 1964, la chilena logró una marca histórica al convertirse en la primera latinoamericana en exponer individualmente en el famoso museo del Louvre, en París. Escribió también un libro (Poesía Popular de Los Andes) y la televisión de Suiza filmó un documental sobre su trabajo (Violeta Parra, Bordadora chilena), que se constituyó en una de las escasas fuentes audiovisuales que hoy se conservan de la artista.
En este período forjó una firme relación junto al musicólogo y antropólogo suizo Gilbert Favré, el gran amor de su vida, y destinatario de sus más importantes composiciones de amor y desamor.
Retorna a Chile en 1965 y canta con sus hijos en la Peña de Los Parra, en la calle Carmen 340 en Santiago. Instaló una gran carpa en la comuna de La Reina, con el plan de convertirla en un importante centro de cultura folclórica, junto con sus hijos Ángel e Isabel, y los folcloristas Patricio Manns y Víctor Jara, entre otros. A pesar de su bello sueño de convertir la carpa en un referente para la cultura de Chile, la respuesta no fue muy motivadora, y el público no la apoyó.
Por entonces también termina definitivamente con Gilvert Favre, quien se marchó a Bolivia. (De aquí se inspiró para crear su obra Run run se fue pal norte) Violeta viajó a verlo, pero lo encontró casado. Su estado anímico tuvo un fuerte bajón del que nunca se pudo recuperar. Todo esto se sumó a su decepción por el bajo apoyo del público a iniciativa de crear la carpa como centro folklórico del país.
Las últimas canciones que escribió se reunieron en el notable disco Las Últimas Composiciones, lanzado ese mismo año, grabado junto a sus hijos y que incluye sus himnos Gracias a la Vida y Volver a los 17.
El 5 de febrero de 1967, a los 49 años de vida, Violeta Parra se suicidó en la carpa de La Reina.
Violeta dejó un enorme legado artístico y musical, siendo versionada por una innumerable cantidad de músicos chilenos, entre los que se cuentan Víctor Jara, Quilapayún, Patricio Manns, Los Jaivas, Inti Illimani, un tributo rock producido por Álvaro Henríquez y con la participación de artistas como Los Bunkers, Pettinellis, Lucybell, Javiera Parra (su nieta), Chancho en Piedra y Juanita Parra (baterista de Los Jaivas). Fuera de Chile Violeta ha sido interpretada por destacados artistas como Mercedes Sosa, Charly García, León Gieco, Fito Páez, Pedro Aznar, Caetano Veloso, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez e incluso bandas rockeras como Faith no more, y un importante etcétera.
Para algunos puede resultar paradójico que quien escribió el himno a la vida Gracias a la vida, un año después haya apagado su propia vida para siempre. Pero Violeta era así; inquieta, siempre buscando llegar más allá y nunca conforme con lo que tenía. Actualmente está en cartelera de los mejores cines de Chile la película de Andrés Wood titulada Violeta se fue a los cielos, inspirada en su vida y con un enorme éxito de taquilla, demostrando que el pueblo chileno no ha olvidado a Violeta y seguramente nunca lo hará.
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